Yeray Rodríguez comenzó en el mundo del belenismo siendo un niño, inspirado por los pequeños pesebres que su madre montaba cada Navidad en el hogar familiar de La Atalaya. «Eran escenas diminutas, pero llenas de significado», recuerda con nostalgia. Poco a poco, aquellos belenes cargados de simbolismo sembraron en él una fascinación que con el tiempo evolucionaría en una vocación artística.
Con paciencia y dedicación, fue aprendiendo de manera autodidacta los secretos del oficio del que es hoy un referente, tanto por su labor en la Asociación de Vecinos Cataifa (La Atalaya), como en su participación en la recreación del emblemático Belén de Gáldar. “Cada Belén es un desafío creativo”, confiesa. “Es arte”.
Las obras de este artista satauteño destacan por su precisión artesanal, desde las escenas que representan oficios tradicionales hasta la inclusión de elementos característicos como la alfarería de La Atalaya. La calidad artística de las piezas, los detalles minuciosos, el cuidado de la iluminación son elementos distintivos en todas sus obras.
Sus pesebres incluyen barrancos, palmerales y casas de piedra o madera, procurando cierta conexión emocional con el espectador. “En estas representaciones, especialmente en las montañas que tanto disfruto escenificar, intento reflejar parte de nuestra identidad cultural”, explica. Además, utiliza materiales sostenibles como arcilla, tierra y musgo natural.
Al hablar de su experiencia como belenista, destaca que “el reconocimiento más gratificante viene del público que visita sus belenes, especialmente los niños”. Su máxima ilusión es que «se detengan al pasar por delante, se emocionen y disfruten de la magia de la Navidad”.
Con una mezcla de pasión y compromiso, Yeray Rodríguez también contribuye a preservar su valor histórico y cultural. Por esta razón, se involucra en talleres en la propia A.V. Cataifa, donde enseña las bases de este arte a a futuros artesanos.
Desde que San Francisco de Asís diera vida al primer belén hace ocho siglos, esta tradición se ha expandido por todo el mundo, y “hoy es un puente entre el pasado y el presente, un recordatorio tangible de que, más allá de la técnica, el verdadero arte del belenismo radica en mantener vivo el mensaje de esperanza que estas escenas representan”, concluye.
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