Patrimonio hidráulico

La acequia de la Heredad de Tafira y su presencia en la historia de Gran Canaria

La Vega es un amplio espacio geográfico surcado por la cuenca de un variado número de barrancos que han marcado su desarrollo a lo largo de la Historia. El agua ha sido durante mucho tiempo una seña de identidad de la comarca, tal como se aprecia en la multiplicidad de tierras de cultivo, la dispersión de los núcleos de población y la prosperidad del pequeños-mediano propietario agrícola. La necesidad de control, uso y distribución del agua de riego y abastecimiento hizo surgir a las llamadas heredades, entidades conformadas por los propietarios de tierras beneficiados con el uso de las aguas corrientes de barrancos, fuentes o manantiales presentes en la cuenca del barranco donde tuvieran su/s parcela/s, distribuyéndose el volumen de agua el tamaño del terreno agrícola. La Heredad de Tafira será una de las más antiguas en ser fundada, aunque se desconoce hasta la actualidad el año exacto de creación.

En 1513 se registra una petición firmada por Catalina Guerra y el regidor Lope de Aguayo -procurador de los vecinos- solicitando agua de riego destinada a las tierras de Tafira, comenzándose las obras para su suministro, aunque tiempo después solo habían llegado 2 ½ azadas frente a las 8 prometidas, tomándose el agua de la heredad de Satautejo. Posiblemente esta primera acequia conductora fuera el inicio de la

Cantonera de la heredad de Tafira. Tafira alta

Cantonera de la heredad de Tafira. Tafira alta

futura heredad, aunque no se tiene noticia fehaciente de ella hasta la segunda mitad del siglo XVI. A fines de la citada centuria la heredad se consolida como una de las más importantes de la zona, conduciendo hasta el pago de Tafira Baja buena parte del agua corriente que llevaban sus acequias. A su vez, esta y el resto de heredades debían dejar una parte de las aguas corrientes para el abastecimiento de los núcleos de población aledaños, habitualmente con acuerdos previos entre los herederos y el cabildo insular. A lo largo de su recorrido de las acequias de la Heredad de Tafira el agua movió ruedas de molinos –llegaron a ser en el siglo XIX hasta diez-, fraguas de herrerías –concentradas en San Mateo, Madroñal, Santa Brígida, Tafira-, batanes, norias de riego o más de medio centenar de veleros o lavaderos presentes a lo largo de su recorrido, conservados algunos de ellos hasta la actualidad.

El régimen interno del heredamiento era similar a los registrados en el resto de la isla. La estructura básica eran los herederos, es decir, los propietarios de tierras donde se empleaba el agua de las acequias propiedad del heredamiento, eligiéndose entre ellos los llamados alcaldes de aguas. En la Heredad de Tafira fueron dos, teniendo capacidad para realizar juicios de menor cuantía e imponer multas a los infractores –robo de agua, retenciones, mal uso-, vigilar la red y ejecutar los mandatos de las juntas de herederos. En abril de 1588, por ejemplo, fueron nombrados alcaldes Gaspar Ardid y Pedro Martínez por tiempo de un año. El acequiero fue otro de los elementos fundamentales para el buen funcionamiento de una heredad, pues era el encargado de la distribución del agua en tiempo y hora a cada heredero, suministrando la cantidad precisa, por lo cual debía recorrer la acequia todos los días para llevar a cabo su tarea. A esa función se unía la de tener limpias, corrientes y aseadas las acequias, cantoneras o torneras de la red de riego, pena de perder la renta o cesar en su trabajo. También eran contratados por un año, renovable si su labor había sido la correcto, percibiendo un salario en dinero. Uno de los primeros acequieros conocidos de la heredad fue Francisco Yánez, al cual se le contrató por 50 doblas anuales, entregadas a tercios, en 1575.

Relación de propietarios y tiempo de riego del Heredamiento de Tafira en 1639

PropietarioDíasPropietarioDías
Vínculo de doña Úrsula Benítez Mireles, viuda de don Juan Huesterlin3Vínculo deán Botello1
Capitán Benito Joaquín Salvago Imperial2 menos 4 horasVínculo de Mireles3
Convento de San Pedro Mártir4 horasDeán José Benito Loreto2
Doña Beatriz y doña Francisca Ortiz, herederas del capitán Diego Ortiz Ponce de León2Vínculo doña Hipólita Viñol½
Vínculo de doña Micaela Gutiérrez, viuda de don Antonio Colombo2Don Francisco Tomás del Castillo3 ½
Capellanía de Quevedo1Doña Mariana y doña Francisca½
Convento de San Francisco1Don Francisco Jesús del Castillo½
Convento San Pedro Mártir1Convento San Pedro Mártir1
Vínculo don Gaspar de Montesdeoca2Deán Botello1
Convento San Pedro Mártir1Canónigo Ortiz1
Fuente: QUINTANA ANDRÉS, P. – CAMINO PÉREZ, A. (2022). El agua en Canarias: distribución, uso y propiedad (1480-1960). Documentos para su historia. Madrid: Ed. Gobierno de Canarias-Archivo Histórico Provincial de Las Palmas.

La relación más antigua completa de herederos es de 1639, precisándose en ella la existencia de un total de 20 con tiempos de uso del agua desde medio día hasta 3 ½ , según la dula o vez de la Heredad. En los inicios del siglo XVII muchos de los antiguos propietarios habían entregado sus tierras a conventos para invertir las rentas generadas por ella en misas por su alma, mientras otros quisieron fundar vínculos y capellanías cuyo fin último era impedir la venta del patrimonio del fundador por sus herederos.

El Heredamiento de Tafira, posiblemente ante el volumen de agua y capacidad económica de los beneficiados con sus riegos, fue uno de los mayores inversores en la construcción y aderezamiento de sus

Acueducto del molino de Tafira

infraestructuras de riego y depósitos. En 1673, por ejemplo, la junta pagó 3.000 reales a Juan Luis con el fin de construir una acequia nueva y almatriche junto a un peñón y risco, la cual debía servir de tomadero y madre. Luis picaría el risco a roza y abriría una acequia capaz para conducir el caudal de agua del heredamiento, empalmando con la antigua acequia y tapando los minaderos, asegurados con cal. En otros casos, lluvias torrenciales, caídas de árboles o deslizamientos de tierra daban lugar a la destrucción de las infraestructuras. Uno de estos casos se recoge en marzo de 1688 cando, reunida la junta en el hospital de San Martín, trataron la caída de una parte de las canales de la heredad, justo por debajo del molino del alférez Jerónimo de la Oliva, quedando el agua obstruida a su paso. Los alcaldes del heredamiento – el capitán Benito Salvago y don Pedro del Castillo- reconocieron la zona con oficiales de albañilería y carpintería. Los gastos en la nueva obra se fijaron en 2.784 reales para su reconstrucción, lo cual se hizo empleando lajas, piedras, barro y cal, además de algunos tramos hechos a pico en la piedra, en las áreas de especial dificultad.

En la cabecera del heredamiento existía un albercón donde se recepcionaba el agua, el cual se limpiaba con regularidad, tal como lo hizo Tomé Díaz, contratado para extraer el lodo del fondo a cambio de abonarle 13 doblas, según contrato de 1578.

No estuvo exenta la heredad, como el resto de las presentes en la isla, de litigios y controversias sobre usos, pasos, trasvases o propiedad de las aguas. El primero de esos litigios se recogió en 1534 cuando

Cantonera de la Heredad de Satautejo y La Higuera, «La alcantarilla»

Juan de Ariñez pretendió trasvasar sus aguas de riego de Las Canales al Heredamiento de Tafira con el fin de regar sus cañaverales. Inicio de otro litigio fue la entrega por el monarca mediante la Real Cédula de 27 de enero de 1681 a doña Ana del Río de los manantiales situados debajo del naciente y acequia del heredamiento de Tafira, en los Chorros de San Mateo, lo cual suponía la privatización del caudal. Un tercer y último ejemplo, fue el pleito sostenido por los vecinos de San Mateo contra el Heredamiento de Tafira. La cuestión central del recurso ante los tribunales superiores era verse afectados sus propiedades con gravedad a causa del trazado de las acequias construidas por el heredamiento, pretendiendo el vecindario se talaran los árboles y el resto de plantas emplazados en las orillas con el fin de evitar pérdidas de agua y la mejora de su circulación, tal como lo solicitaban en 1725.

La Heredad de Tafira sigue siendo una historia viva de la Vega, con una trayectoria de más de cuatro siglos. La institución y la red de acequias, acueductos, albercones, cantoneras o torneras son un patrimonio, usado en parte, representativo de los esfuerzos de los vegueros por crear las mínimas condiciones para asentarse y desarrollarse. Durante tan largo periodo de existencia el cuidado, respeto y sostenimiento fueron las divisas de nuestros antepasados, posiblemente las generaciones actuales deberían seguir buena parte de su ejemplo respetando esta memoria colectiva de esfuerzo, dedicación y esperanza que nos han legado.

Pedro Quintana Andrés, 2024

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