Esta mañana nos ha dejado Agustinito. El guardián de uno de los monumentos naturales más espectaculares de Gran Canaria, el último agricultor de una larga saga de campesinos que colonizó la Caldera de Bandama desde finales del siglo XVI hasta el mismo XXI.
Agustín Hernández Torres nació el 2 de febrero de 1927, siendo uno de los ocho hijos de una familia modesta dedicada a la agricultura. En 1936, durante el estallido de la Guerra Civil se trasladó con su familia al fondo de La Caldera de Bandama, donde creció en la naturaleza, alejado del bullicio, los ruidos y las prisas.
Aprendió el arte de la agricultura junto a su familia, extrayendo con esfuerzo y respeto los productos esenciales para su subsistencia. Trabajar la tierra no fue simplemente un medio de vida para él; fue su razón de ser, rodeado de vacas, burros, cabras y ovejas. Cultivaba con esmero huertos de naranjeros y guayaberos, higueras y almendros, y velaba por la cosecha y salud de cada árbol, cada planta.
Ningún dueño le pidió que desocupara las tierras, y vio pasar proyectos concebidos para El Fondo como un túnel, un embalse, o una pista de carreras de caballos. En esa actitud de centinela presenció la transformación que ha sufrido la naturaleza, observando cómo los antiguos campos de cultivo fueron paulatinamente abandonados y reducidos, y cómo el matorral y la erosión deterioraron la red de acequias destinadas al riego.
En 2021, el Ayuntamiento le nombró Hijo Adoptivo de la Villa de Santa Brígida en reconocimiento a su labor, gracias a la iniciativa de la Asociación Amigos de Bandama y la Asociación Drago de Sataute.
La Caldera de Bandama es el único lugar con un camino habilitado, que tenía un acceso, cuya puerta abría y cerraba diariamente Agustinito. En memoria de tan merecido homenaje, una placa en la entrada y una señal en el sendero que conduce al Fondo de La Caldera llevan la inscripción: ‘Camino de Agustinito’.
Descanse en paz.
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